Un «Huracán» de 40 años que no deja de soplar
A tres años de su última pelea en Trelew, Omar Narváez llenó el Municipal y le ganó por puntos al venezolano Breilor Terán. La edad es lo de menos.
Volvió a hacerlo. Pero a diferencia de otras noches Omar Andrés Narváez procesó la localía desde lo emocional. No solamente cumplió con creces su labor en el ring, sino que disfrutó como nunca antes el fervor y el clima que generaron casi cuatro mil gargantas en el Municipal de Trelew. El Huracán (53 kilos y ahora 46-2-2) volvió a mostrar su repertorio de técnica y manejo de los tiempos en muchos casos «levantado» por la gente. Y expuso la Guía Práctica para Minimizar Rivales. Lo sufrió Terán pero lo disfrutó el resto.
A los 40 años demostró su vigencia, calidad intacta y un oficio que se encarga de exhibir como una credencial. A la experiencia, claro, hay que ayudarla. Desgastar al venezolano Breilor Terán (52,70) le llevó su tiempo. El rival de estilo indescifrable nunca le ofreció blancos y llevó la pelea al terreno de la confusión inclusive con foules al límite bien advertidos por el árbitro Ángel Zabala.
Narváez siempre dominó el eje. Impuso la distancia y aplicó cierto rigor con su derecha llegando sin aviso. Inclusive tomó la iniciativa desde la partida veloz en ataque cuando los dos parecían calentar motores. Terán apareció con alguna señal pero siempre tomando recaudos, utilizando doble llave. Priorizó defenderse, encimarse para achicar recorridos y evitar la cárcel de las cuerdas, ahí donde Narváez siempre primereó con descargas.
El local comenzó a sumar cuando encontró la medida para contragolpear, conectando con réplicas que llegaron siempre a destino. Y sobre todo cuando dió una clase en vivo de cómo desgastar al cuerpo. Los golpes internos parecieron imperceptibles aunque terminaron convirtiéndose en el principal argumento del chubutense para quitarle piernas -movilidad- a un blanco escurridizo. Y siempre la derecha viajó sin escalas a la cara enrojecida del desafiante que apeló a los extremos para sostenerse en pelea: repitió golpes bajos, adelantó temerariamente su cabeza y tomó distancia con su brazo como un pistón, antirreglamentariamente. Por esto, el árbitro le restó un punto en el séptimo round luego de varios preavisos y ya con Terán mostrando su impotencia.
Ya el escenario era propiedad absoluta de Narváez. Arriba y abajo. El aliento de sus vecinos fue como un motor que llevaba al triunfo que se advertía. Con un venezolano casi resignado a su suerte, el ex campeón del mundo nunca perdió el control. Pegó más, tiró con variantes y conectó por momentos olvidándose de la defensa, a pura cintura. Y confió nuevamente en sus piernas, que lo llevaron a entrar y salir con la certeza de no equivocarse. Boxeo y ataque en su medida justa. Y una encomienda de jabs lista para ser despachada a Maracaibo. A nadie sorprendió la lectura de las tarjetas. Y los tres jurados (Miguel, el santacruceño Tourville y Geido) coincidieron con lo que vio la mayoría en el gimnasio y por tevé: Omar se adjudicó la totalidad de los asaltos, de principio a fin. El 100-89 por triplicado terminó siendo anecdótico para una fiesta que siguió luego de la proclamación. Narváez retuvo el título Latino FIB de peso gallo, no dejó dudas y por si fuera poco, piensa en su tercera corona, un pasaje a la grandeza total siendo hombre récord. ¿Qué más se le puede pedir?. «Esto nunca lo soñé cuando empecé a boxear en este gimnasio. No hay nada mejor que el aliento de tu ciudad. Que me apoyen de esta manera», describió emocionado. Y avisó que el japonés Inoue ya no es prioridad. «Quiero meterme en una eliminatoria y poder pelear con (Lee) Haskins. Busco mi tercer título en tres categorías. Sería lo máximo para mí».